Corría octubre de 2019, las calles atestadas por manifestantes, los principales centros neurálgicos de las ciudades se veían colmadas por jóvenes que protestaban. Se decía que todo había partido en Santiago por las alzas en el pasaje del Metro. Otros señalaban que este era un problema mayor, que la rabia que se tomaba las calles era un estallido social que se venía gestando inconscientemente tras 30 o más años de abusos.

En medio de esta inédita situación en un país del fin del mundo llamado Chile, un hombre, un ser común y corriente, Lorenzo Lara, que lo único que lo hacía símil a la gran mayoría de sus pares, era la cesantía que lo afectaba hace meses, quizás años, ya había perdido la cuenta.

Desesperado, decide tomar su vida de las riendas y se empecina en salir del deplorable estado en el que se encuentra. Algo debe inventar, se repite en su mente a diario. Despierta, ya desocupado y empieza a urdir su plan para salir del ocaso de su vida.